Soy venezolano

DIEGO E. RIVADENEIRA

Ahora que tengo su atención estimado lector, tengo que aclarar que soy ecuatoriano y de esta tierra Tsáchila, pero el título de la presente hace alusión al factor común de muchas esquinas y semáforos de mi ciudad, jóvenes venezolanos llenos de vida con rótulos y niños en brazos pidiendo un apoyo de caridad a cambio de unos cuantos dulces, que cuadro tan triste.

Venezuela y su crisis es un tema ya trillado que no voy a tocar, pero si, lo que nuestro Gobierno podría hacer para aplacar uno de los tantos problemas que esto conlleva: el desempleo.

A mi criterio son oportunistas los empresarios que han tomado la decisión de contratar mano de obra venezolana por un salario promedio de doscientos dólares, sin beneficios de ley y con ciertos abusos en repetidos casos, a vista y paciencia de los entes de control; pero no les juzgo del todo, la mano de obra ecuatoriana es muy dispendiosa a diferencia de nuestros vecinos y eso es una “excusa” para pecar en lo primero.

¿Soluciones?, varias: Muchas PYMES necesitamos crecer, pero nos frena ciertamente una mano de obra cara y pensamos diez veces antes de aumentar una nueva plaza por las responsabilidades posteriores, la iniciativa Mi Primer Empleo, es buena, pero podría “venderse agresivamente” con un mejor incentivo económico y tributario, teniendo en cuenta que las empresas aportamos concomitantemente con una necesaria capacitación y transmisión de experiencia, es una cátedra que no existe en las Universidades y que las empresas no cobramos por brindarla a los nuevos talentos.

Si por otro lado existen jóvenes con proyectos de negocios, estos deben ser acompañados de políticas simples: crédito a largo plazo y taza de interés mínima; pero no a través de Fundaciones que fungen de chéveres, que además de cernir el negocio que les atrae, exigen múltiples garantías.

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