Julian Assange: caso abierto

Andrés Gómez Carrión

Las últimas dos semanas se han configurado en el epicentro de múltiples sucesos que atañen a la política internacional del Ecuador. Dentro de estos casos destaca lo concerniente al retiro del estatus de asilado a Julian Assange.

Desde el 2012 Assange se había convertido en un huésped permanente dentro de las instalaciones de la misión diplomática ecuatoriana en Londres. A partir de entonces, como país nos vimos inmersos en un conflicto de intereses globales que me atrevo a asegurar englobaba a más de una decena de actores oficiales y no oficiales con cierto nivel considerable de poder desde distintos enfoques.

Producto de ese mismo contrapeso de poderes, el asilo de Assange entró en un statu quo que muy pocos se atrevían a intentar quebrantar por las posibles repercusiones que podría generar. Sin embargo, al compás de esta constante tensión, al interior de la Embajada en Londres se desataba una crisis aguda en las relaciones entre el australiano y los funcionarios ecuatorianos, elemento que coadyuvó a la decisión tomada por el Presidente Moreno respecto de la terminación de su permanencia en territorio nacional.

Este capítulo que aún no se cierra ya ha dejado varias lecciones para el futuro de la política exterior de nuestro país. En primer lugar, la decisión de otorgar o no asilo a una determinada persona no debe responder a intereses coyunturales del gobierno de turno. Como segundo punto, la nacionalidad es un elemento sine qua non de la identidad de un país; por consiguiente, tomando en cuenta los cuestionados niveles de sentido de pertenencia de los ecuatorianos, el gobierno central debe fortalecer esta institución y no proponerla como parte de una estrategia para evadir sistemas de control mundiales.

Finalmente, es un llamado a debatir desde los distintos niveles de discusión global cómo se concibe la libertad de expresión y la transparencia de la información.

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