Una experiencia mística en el Carmen Bajo, por Susana Freire García

Un libro y una muestra fotográfica narran los 350 años de historia de una de las edificaciones más representativas de Quito.

Por Susana Freire García

Trataré de escribir este texto como quien desea atrapar un rayo de sol, a sabiendas de que existe cierta clase de belleza que no se puede aprisionar con palabras. Amparada en el recuerdo de la magnolia que ilumina bellamente uno de los patios internos del Monasterio del Carmen Bajo, compartiré un largo recorrido por 350 años de historia, a través de las voces de quienes me acompañaron en el trayecto.

Las entrañas del Carmen Bajo

Mientras afuera la ciudad bulle como cada mañana, las religiosas del Carmen Bajo disfrutan de su vida de clausura como lo hicieran sus hermanas desde tiempos coloniales. Este modo de existir y servir a Dios no puede entenderse bajo nuestros parámetros mundanos: se requiere de una sensibilidad especial para acercársele y esa fue la misión del padre Carlos León, sacerdote carmelita autor del libro ‘Desde las entrañas del Carmen Bajo’ (2018).

El texto se escribió en honor a los 350 años de vida del Monasterio del Carmen Bajo en Quito, como parte de los festejos por el año jubilar. Tan involucrado estuvo el Padre León durante el proceso de estudiar la arquitectura del complejo religioso -no solo de forma documental, sino también fotográfica-, que durante el proceso investigativo redescubrió la existencia de los túneles debajo del monasterio, ignorada incluso por las religiosas.

INVESTIGACIÓN. Carla Grunauer estuvo a cargo del proyecto ‘Abriendo puertas, buscando luces’.
INVESTIGACIÓN. Carla Grunauer estuvo a cargo del proyecto ‘Abriendo puertas, buscando luces’.

El padre León revisó las actas del archivo histórico que mantienen las carmelitas desde 1706 y en ninguna de ellas se menciona a los túneles, asumiendo que las primeras religiosas que habitaron en el monasterio conocían de su existencia solo a través del testimonio oral. Conocedor de la importancia de este hallazgo, el Padre León sugirió a las religiosas la apertura de los túneles -cuya construcción data del siglo XVIII-, ya que son estos los que sostienen toda la estructura del monasterio a través de su arquitectura mudéjar de medio punto, que permitió corregir la inclinación de la calle Manabí.

Según el sacerdote, durante la época colonial fueron utilizados para que las mulas que transportaban los alimentos para las religiosas pudiesen ingresar, sin alterar la rutina de los quiteños ni de las religiosas. Para el padre, la existencia de estos túneles conlleva tres clases de riqueza: arquitectónica, histórica y espiritual, siendo esta última la más importante, ya que permitían que las religiosas siguieran con su noble misión de orar, trabajar, y servir a la comunidad quiteña dentro de este emblemático monasterio.

La esencia de la simpleza

Luego de conversar con el padre León, mis ojos se detuvieron en las fotografías colocadas sobre las paredes de uno de los patios internos del monasterio, que juegan entre el pasado y el presente a través del blanco, el negro y una infinidad de coloridos matices.

Tras las imágenes más actuales está la mirada inusual y sensible de Carla Grunauer, artista que se vinculó a la comunidad carmelita gracias a una asesoría para revisar el órgano que reposa en la iglesia. Un buen día y sin mayores explicaciones, la hermana Cecilia la escogió para vivenciar en primera instancia el diario vivir de las religiosas, y cuando comenzó a descubrir la riqueza humana e histórica que custodia la comunidad, tuvo la iniciativa de documentar su diario vivir.

Fue entonces que descubrió cuatro portafolios antiguos (posiblemente del año 1966), y su proyecto inicial dio una vuelta de tuerca. Tras vencer la resistencia inicial de las religiosas, Grunauer les planteó tres propuestas: realizar una hermosa clausura del año jubilar en el 2019, abrir las puertas del Carmen Bajo al público, y concebir a la fotografía como un testimonio de vida que se mantiene y se adapta a través del tiempo con una exposición artística. Los proyectos se materializaron el pasado 4 de septiembre, en un evento especial.

Para lograr “la esencia de la simpleza”, como la define la artista, dejó de lado su rol de fotógrafa y se convirtió en una especie de fantasma, a fin de respetar ese delicado pudor femenino propio de las religiosas. Grunauer no duda en afirmar que todo este proyecto ha sido reparador a nivel humano, de ahí que desee seguir trabajando a favor de la recuperación del patrimonio intangible del Carmen Bajo y sus custodias. Y yo, que no quiero despedirme aún de la bella magnolia que me observa a través de sus hojas, me quedo pensando en las palabras finales de Grunauer: “las cosas se van dando y Dios va guiando”.

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VISITAS. Personajes disfrazados cuentan la  historia del monasterio en un recorrido por sus túneles.
VISITAS. Personajes disfrazados cuentan la historia del monasterio en un recorrido por sus túneles.