La impunidad hipoteca al futuro

Los peligros de falsificar el pasado, son auténticos, mientras no se legalice la droga estos abusos no terminarán, sucedió igual con el alcohol mientras fue prohibido, las mafias asolaron la sociedad americana.

Un pueblo que no sabe perdonar se arriesga a repetir su pasado, no se trata, de “revolver cenizas”, sino de hallar las de los asesinados sin tumba, como el caso de los Restrepo, terminando el atropello criminal que se sigue al violar conductas del género humano, cual es la de enterrar y honrar a sus propios muertos. Ningún desafío del futuro puede dejar impaga esa deuda con el pasado, salvo que se legalice la impunidad.

Mirar a ciudadanos atropellados en sus más íntimos derechos, que siempre quedan en impunidad, el último que recuerdo es la Sra. Sonia Botero, encarcelada dos años para luego decirle disculpará. Es verdad que un pueblo que no sabe perdonar se arriesga a repetir su pasado. El concepto del perdón es hijo del cristianismo supone el arrepentimiento claro y expreso, el arrepentimiento desde luego interior, pero también exterior. Todo el que comete un delito está absolutamente obligado a aceptar un castigo.

En Ecuador los responsables del terrorismo de Estado (policía y Consep) no han manifestado arrepentimiento alguno por las atrocidades cometidas. ¿Cómo se puede perdonar a quienes hacen gala de tanto prejuicio y terquedad? ¿Cómo indultar a quienes reivindican el horror y amenazan con repetirlo?

El bien jurídico protegido es la dignidad suprema del hombre y su derecho inalienable a la justicia. No hay ley que merezca llamarse tal si ampara su violación o deja sin castigo a sus responsables. Los crímenes que a lo largo de la historia se han cometido usando el aparato estatal son crímenes de lesa humanidad, que no pueden beneficiarse ni de la prescripción ni del perdón ni aún bajo amnistías encubiertas, y deben, permitir a las víctimas un juicio justo.

Al contrario de lo que se expresa, si un ciudadano perdonara sin que sus victimarios reconocieran sus delitos, sería hipotecar su futuro, en garantía de un pasado que no ha sido capaz de resolver a través de la verdad y la justicia.

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