Máxima perfección

Jesús Muñoz Diez

Se habla hoy en las empresas de calidad total, hacia la excelencia. En educación de emprendimientos, innovación, orientados igualmente a la excelencia. ¿Cuál es el límite de esta excelencia como la máxima aspiración humana? Responder esta pregunta con un criterio bien-formado pasa necesariamente por considerar al ser humano como sujeto y objetivo de esa excelencia o máxima perfección a la que todos estamos invitados. ¿Cuáles son estos límites?

Si el límite es nuestra racionalidad, la excelencia estará restringida por nuestras capacidades intelectuales, cuya referencia es la bio-psico-socialidad neuro-científica. Si la referencia de la excelencia es nuestra capacidad espiritual de ser hijos de Dios Padre -como dice Jesucristo- se rompe todo límite a esa aspiración, abriéndonos a un perfeccionamiento progresivo e inagotable de la máxima perfección que es la inconmensurable santidad o perfección divina en el Amor, como Dios, nuestro Padre, es perfecto o santo (Mt.5,48). Aquí la excelencia adquiere otro significado, nuevas posibilidades y dimensiones.

Esta concepción de la excelencia como máxima perfección o santidad es lo propiamente humano, lo que nos hace superar nuestra limitante animalidad. ¿No saben ustedes que son el templo de Dios y que el espíritu de Dios habita en ustedes? Todos somos hijos de Dios Padre, inhabitados por Dios, quien en comunidad divina actúa en nosotros comunitariamente, haciendo posible lo que para nosotros solos sería imposible.

Liberémonos de prejuicios religiosos o ideológicos que limitan nuestra excelencia humana. Solo nuestra constitutiva y vital relación con Dios nos hace humanos y capaces de la máxima perfección comunitaria.

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