Compasión ante la Muerte

El país empieza a ver las consecuencias fatales del virus.

En Guayas, hay reportes de morgues colapsadas; en Los Ríos, familiares que no comprenden cómo ni cuándo podrán despedirse de sus seres queridos.

Las autoridades de salud han decretado la prohibición de mantener velorios en familia; los restos de las víctimas del virus y de quienes mueren por otras causas son tratados con igual cuidado y escepticismo. Se asume que cada cuerpo es tan peligroso como cualquier otro.

El dolor de perder a un ser querido no se apacigua por las circunstancias. Nunca.

En muchos casos, familiares y amigos encuentran consuelo en la fe, en la comunidad y en rituales tradicionales por los que se llega a la catarsis.

Incluso allí dejará sus secuelas la pandemia. Encontraremos nuevas formas de despedir a nuestros familiares y amigos, en soledad, quizá con acompañamiento distante en medio de la cuarentena.

En Italia, ante la abrumadora cantidad de víctimas del Covid-19, una fundación ha dispuesto ‘tablets’ para que los convalecientes despidan a sus familias; miles de ancianos que hasta ahora habían prescindido de la tecnología, valiéndose de ella para su último adiós.

Este es también un recordatorio de la fragilidad de la vida y la transitoriedad de todo lo que la rodea. Un recordatorio para celebrar cada momento de alegría, cada atardecer y cada oportunidad que tenemos de acompañar y compartir con los nuestros. Aunque sea en aislamiento, por medio de una llamada.