¿Otro mundo?

El ser humano con sus conquistas, derrotas, valores, virtudes, defectos es universal. La más grave falla es el individualismo con el que la salud dejó de ser un derecho, para convertirse en privilegio del que tiene con qué pagarla e increíblemente de la edad, ya que los jubilados, también tienen que jubilarse de la vida, según tesis fondomonetaristas y de los poderosos amos del capitalismo mundial.

Dicen que los débiles, pobres, los “condenados de la tierra”, los que no tienen con qué pagar su comida diaria, los que carecen de camas para conciliar los malos sueños con estómagos crujientes, deben morir. Los desamparados, desempleados que recorren calles en busca de oportunidades deben sujetarse a un sistema perverso diseñado por patrones con dólares porque el Estado no tiene que llenarse de burócratas hasta la obesidad.

La pandemia del coronavirus ha desnudado al sistema de oprobios. Los servicios privados de salud rebozan de clientes, las farmacéuticas esperan millonarias ganancias, los biolaboratorios quizá producen nuevos virus en medio de pánicos mundiales. El covid-19 ha destapado las miserias de los poderosos que niegan recursos, imponen sanciones prepotentes, explotan a los países pobres y burlan el derecho a la supervivencia.

Dicen que las obligadas cuarentenas podrían conducir a la humanidad a otro mundo de esperanza, solidaridad, justicia social, colmado de derechos y libertades. Las medidas de restricción son para todos, pero unos las pasan con sumo placer, rodeados de todas las comodidades, y la mayoría con inmenso sacrificio, hambre, o calor, sin futuro, ni ilusiones.

Hay quienes afirman que cambiará el mundo, pero nada cambiará si persisten las abismales brechas socio-económicas-culturales, o si el éxito se mide por lo que tiene cada uno.

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