Conmigo no has tomado

Lo que hagan las autoridades para controlar el contagio de covid-19 en la sierra, especialmente en Quito, tiene un obstáculo: la cultura alcohólica. Pretextos para beber sobran e incluso, en plena crisis, hay plata para comprar trago. Frases habituales son: “hagamos vaca (reunir dinero) para una media (botella de licor)” y “conmigo no has tomado”.

Esta devoción por el licor no es actual. Se remonta a tiempos de Atahualpa y antes. La captura del último inca, en Cajamarca en septiembre de 1532, fue precedida por un festejo de los ganadores -frente al cuzqueño Huáscar- con “chicha”. Los españoles lo sabían y los nativos estaban desarmados.

No solo tradición alcohólica indígena. De España llegaron más prácticas. Cualquier conmemoración (muerte o asunción del rey, virrey o presidente de audiencia) era seguida por festejos y corridas de toros en la plaza de la Independencia (entonces llamada Mayor) o en la plaza de las Carnicerías -del Teatro-) y “no faltaba el chumadito que se lanzaba al ruedo arriesgando su vida”.

Otros episodios: la revolución de las Alcabalas de 1594 (Felipe II, Rey de España, expidió una Cédula Real donde imponía un nuevo tributo del 2% sobre ventas y permutas, entre las que estaba el alcohol), pero sobre todo el levantamiento de 1765.

A fines de 1764, se quiso aplicar un impuesto a las bebidas alcohólicas y al control del expendio de aguardiente proveniente de destilerías caseras, permitiendo solo la venta de licores con permiso real. La gente se levantó y en 1765 ocurrió la Rebelión de los Barrios de Quito, más conocida como de los Estancos.

“Envenenaron el aguardiente”, gritaban en la calle. El rumor era que en el Estanco de Quito contaminaban el licor para matar a los mestizos. Era una campaña contra el monopolio de los estancos, privilegio de las autoridades y pocos productores. Hubo también molestia por la introducción de una aduana (pago por víveres introducidos en la ciudad para venta y abasto).

En la mañana del 22 de mayo de 1765 aparecieron carteles anunciando la sublevación. Por la noche, fue atacado el alambique real, arrojaron el contenido de los barriles y asaltaron la presidencia de Quito. Tras los desmanes, las autoridades prometieron no sancionar a los responsables, pero incumplieron. Nuevos motines lograron la salida del presidente de Audiencia, pero el impuesto se mantuvo. Los historiadores señalan que fue una insubordinación bien lograda, porque nunca se supo los nombres de los instigadores. Si quieren prohibir el trago, va a ser difícil lograrlo…