Los extranjeros

Jaime López

De las barrabasadas cometidas en la década robolucionaria del asilado en el ático belga, la opinión nacional debe tener presente lo que los extranjeros en la administración del Estado ecuatoriano hicieron a mansalva, enclavados en la Cancillería, porque la historia que debe escribirse no puede dejar de lado la insolencia como se manejaron las relaciones internacionales del país. Ahora que el autor de ciertas conversaciones que posiblemente sostuvo con algunos gobernadores, grafican claramente lo que ocurrió antes de la última elección de Presidente y, por qué no, lo que está ocurriendo con el elegido.

La letanía de los culpables, ya se sabe de memoria, “mis expresiones se extrajeron del contexto” y etcéteras, a las que no hay que hacerle caso. Así que Eduardo Mangas, nicaragüense exasesor de Ortega, vinculado a la Cancillería y exsecretario general del Presidente tendrá que explicar lo que dijo y por qué lo dijo, expresiones que se conocieron justamente cuando el autoexilado estaba empeñado en visitar los despojos de su movimiento político.

La furia nacional no debe contenerse, sobre todo porque el elegido al principio de la década de la vergüenza apelando a la táctica fascista que dictaba su comportamiento, nunca pensó en el Ecuador inmerso en el mundo, para elegir a funcionarios capaces. Atomizó los ministerios para que la corrupción se diluya en sus estructuras, especialmente lo que hizo con la Cancillería es un ejemplo de como no se deben llevar las relaciones internacionales del país.

Empezando por la concesión de asilo al Assange que sigue haciendo lo que le viene en gana en la embajada ecuatoriana en Londres, amenazando inclusive al presidente Moreno. Y nosotros los ecuatorianos que pagamos su estadía, bien gracias. Luego por esta Cancillería, pasó un Quinto al medio, símbolo de la táctica fascista que le enseñó a Correa y a sus corruptos, uruguayo asimilado a los tupamaros, por fortuna no duró mucho porque sus declaraciones colocaban al Ecuador dentro del máximo índice de riesgo. Pero el jefe de todos los ministerios nacionales, como se autotituló, no se detuvo y encontró por allí a un francés-inglés al que seguramente lo contrató para que le consiga los doctorados sin honoris causa. Guillaume Long se llamaba. Otro extranjero que desapareció. ¿Vendrán otros?