Igualdad, naturaleza y diferencia

María Cristina Ayala

Los movimientos feministas del siglo XIX y XX han tenido logros muy importantes en la igualdad de los géneros. No tenemos que olvidar que se luchó mucho por conseguir el voto femenino en épocas en las que «la mujer era la proletaria del proletariado».

A finales de la Segunda Guerra Mundial la mayoría de países habían reconocido ese derecho a la mujer; pero, todavía no se había conseguido la igualdad en todos los aspectos sociales y políticos; fue en la década de los setenta y ochenta cuando se hicieron avances a este respecto.

Los movimientos feministas han removido a los actores sociales con oleadas reivindicativas con mayor o menor fortuna; y, en algunas ocasiones, con un radicalismo extremo que como todo radicalismo pierde razón por el mismo hecho de basarse en la irracionalidad.

En este momento, asistimos a una nueva oleada de feminismo a raíz de las valientes y justas protestas de muchas actrices por los abusos sufridos y por las constantes reivindicaciones de las mujeres ante las desigualdades salariales. Lo negativo es que han aparecido grupos extremistas que desnaturalizan toda reivindicación justa y la convierten en una sinrazón que se va en contra de todo. Quieren negar categóricamente toda diferencia entre la condición femenina y masculina y no comprenden que hay cosas que no tienen que ver con la igualdad, sino con la misma naturaleza humana. Mezclan las cosas, la igualdad entre todos los seres humanos es muy positiva, pero de ahí a la desnaturalización de lo humano y sus propias características hay un gran trecho.

Por otro lado, hay gente que no quiere renunciar, por muy altos que sean los gritos, a su naturaleza femenina o masculina; que reconocen con naturalidad, por ejemplo, que las mujeres somos las que tenemos la capacidad de albergar en nuestro seno a los hijos, que los hombres siguen los caminos más rectos y cortos en los aspectos emocionales, que nos afectan más los trastornos hormonales a las mujeres o que los hombres son sentimentalmente menos complicados.

Desgraciadamente, los que creemos en la igualdad exaltando, reconociendo y apreciando las diferencias entre las características de ambos sexos, generalmente lo tomamos con mucha naturalidad y no gritamos, es por eso que no se nos escucha.