La importancia de ser pobres

Manuel Castro M.

Algunos analistas no se explican por qué hemos interrumpido el camino hacia convertirnos en una Venezuela, Cuba o Nicaragua y tampoco cómo nos hemos librado de Correa, uno de los capos del socialismo del siglo XXI, junto a Maduro, Ortega, Evo, los Castros. Además que hemos continuado con Alianza País 1 y 2, pues aún Moreno continúa de socialista, aunque bueno, pero despilfarrador (ofrece puentes, teleféricos, bonos).

No es que hemos escapado porque el pueblo así lo ha exigido, sino porque pareciera que tenemos la suerte que, como a los Estados Unidos, los perros y lo borrachos, nunca nos pasa nada malo, así nos arriesguemos (diez años en las urnas hemos elegido al correísmo), hagamos disparates (Yachay, plataformas, centrales eléctricas inservibles, escuelas del milenio abandonadas) y crucemos a la carrera los semáforos en rojo.

Por supuesto que hemos tenido capital inhumano: corruptos, aviones con inocentes maletas y pilotos, rumbo a los paraísos fiscales. Pájaros de alto vuelo que se ríen de las escopetas (de los jueces, fiscales, comisiones anticorrupción). Y que siguen mandando en el país. A pesar de todo ello por suerte estamos lejos de volver al socialismo del siglo XXI.

En parte es porque hemos reculado del engaño populista, a pesar de que todavía hay ideólogos que sostienen que el socialismo que se ha aplicado no es el bueno, pues seguramente hay venenos más poderosos como el neo marxismo, el neo constitucionalismo y hasta el neo constitucionalismo andino.

Por paradójico que parezca, no hemos caído en esas trampas porque somos un país pequeño y pobre. Porque el precio del petróleo ha bajado, porque ya no hay dónde más esquilmarnos, porque ya estamos endeudados hasta la coronilla y es difícil obtener -sin que se note- algo de los criticados préstamos del FMI.

Mientras, el escritor Oppenheimer dice: “¡Sálvese quien pueda!”, pues la automatización arruinará el futuro del trabajo, nosotros podemos estar tranquilos porque no hay empleos que perder a manos de los robots o computadoras inteligentes que, además, no serán más sapas que algunos de nuestros “revolucionarios”.

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