Mariposa

En el calor de las urbes, en la llamarada de la corrupción y en el incesante bullicio del desconcierto, se abrazan miles de mariposas.

Una se estrecha entre la multitud, incomoda por el contacto, se estrecha… sofocada por la intensidad de las mil voces que se gritan sus miedos con constancia abrumadora.

Sale volando. Alto, altísimo.

Y se esfuma entre las nubes sin mirar atrás. Allí, en las alturas descomunales de las vacías confidencias, en la intimidad del vacío… allí se encuentra con el sol. Le baña de oro entre los rayos que intensifican su color naranja claro.

Por primera vez respira aire que no está contaminado. Se apoya en la cúspide de una nube blanca regresando la mirada, callada reflexiona. “Cuanta gente…” dice soltando un suspiro mientras mueve la cabeza en negación “… cuanta gente”. Millares, mares vastísimos de gente descontrolada, de historias sin audiencia, de creencias dispares, de realidades reencontradas, de miedos injustificados, de opresiones solitarias, de lágrimas tímidas. Todo el mundo caminando con la cabeza a gachas mirando hacia el suelo, hacía la pantalla… mientras la vida se les escurre por las esquinas… superficiales e ignorantes se mantienen sin saber en el desorden en el que viven.

Asechados por la urgencia climática. Un mundo con fecha de caducidad, entre la idea injustificada de la tiranía de la mayoría, de instituciones que no avanzan en su cuestionamiento del estatus-quo… si tan solo alzáramos la mirada. Nos quedamos mudos, encorvados ante la presión del rechazo, entre el raciocinio de los brutos que se lanzan al cuello a matar por el mero hecho de no soportar su propia presencia.

Disparos, soledad. Bombas y ansiedad… como mezcla, un embrollo, una olla a presión. La explosión.

Una mariposa que no soporta el calor, miles de enamorados. Un beso fortuito y la vela que no se apaga. La esperanza en quien escapa el embrollo de esta absurda modernidad.