Veneno en el alma

Andrés Pachano

“El veneno está en el alma”, lo leí en una página de una red social.

Y si… es la mejor definición para graficar de manera lacerante un hecho demoníaco ocurrido la semana pasada en Quito, cuando seres que –seguramente- llevan incrustado el veneno purulento de la sinrazón que intoxica sus cerebros. Entes embriagados de sevicia, de crueldad desbordada, han donado a albergues para perros recogidos de la calle, alimento envenenado que ha causado la muerte de decenas de perros solitarios ávidos de cariño. Y es que es inentendible la acción. ¿Cuál la razón?, ¿cuál el motivo?; ¿qué es lo que impulsa a estos entes desvariados a acometer un hecho de esta manera?, execrable desde todo punto de vista.

Ha sido un ataque del odio dirigido a la buena fe; quiero entender que es el resultado de una aversión social en contra de la sana y correcta convivencia; el hecho demuestra abominación a los claros preceptos del amor a los seres vivos, aborrecimiento al sano comprometimiento solidario con los estamentos y con la vida. Lo realizado no tiene nombre, se han mofado de la sinceridad de la gente y de sus afanes solidarios.

Entiendo el concepto de “alma” como el principio simple que da forma y organiza la dinamia sensitiva e intelectual de la vida, como la sustancia, como la parte principal de la condición humana, como el instinto positivo que anima a los humanos y más no desde una acepción metafísica que la entiende –al “alma”- como una condición espiritual e inmortal de los seres. Así la entiendo, por eso es que no comprendo como en estos entes, estén ausentes de su intelecto aquellas condiciones y que en su lugar se haya acunado en el nido de sus “almas” el odio y la crueldad, que ha dirigido su acción bajo el disfraz cruel de una falsa benevolencia, desde una clandestina cobardía, para donar –repito- bajo una supuesta filantropía- el veneno, escondiendo así sus reales intenciones: perversas, egoístas. Si, “el veneno está en sus almas”.

Ojalá que las entidades afectadas con estas protervas donaciones, dispongan de registros de quienes las hicieron y se pueda develar las caras de estos desarraigados sociales asidos a la cultura de la sinrazón.