Paralelismo

Andrés Pachano

Alaska en Norteamérica, es el Estado más grande y el menos poblado de los Estados Unidos, su jurisdicción contiene las mayores reservas petroleras de dicha nación. Su inmensa extensión, de alrededor de un millón y medio de Km2, fue hasta 1867 posesión del Imperio Ruso de los Zares, quienes le vendieron a los Estados Unidos en un precio lindante a los siete millones de dólares. Los argumentos fueron los intereses estratégicos a más de los económicos. Rusia fue su aliado importante en la guerra civil y en esa época aún prevalecían duros resquemores con el Reino Unido, feroz enemigo de los afanes del gobierno de la Unión triunfante en la fratricida guerra civil. Alaska, colindante con los territorios de la hoy Canadá entonces posesión británica, era un importante enclave geopolítico. Pocos años después, en 1922, se crea la Unión Soviética y con ella un nuevo equilibrio mundial. La URSS fue hasta 1991 el antagonista principal de los Estados Unidos.

Difícil imaginar como hubiese sido el mundo si Rusia no vendía Alaska a los Estados Unidos. Imaginemos un territorio Soviético en Norteamérica, ¿que acontecimientos hubieran ocurrido? La historia sería otra.

Este prolegómeno es a consecuencia de las intenciones del gobierno de USA, más bien dicho lo que parece el empecinamiento de su presidente, el inefable Trump, de comprar Groenlandia a Dinamarca. Intereses económicos y geopolíticos están de nuevo en la palestra. La guerra comercial con China, sobre todo en la fabricación de partes electrónicas, parece ser un motor desencadenante; es que Groenlandia en su inmensa y helada extensión (2’200.000 Km2) posee únicos yacimientos de lo que se conoce como “tierras raras”, esenciales para las nuevas tecnologías, las de la comunicación por ejemplo. Súmese a ello su importancia geoestratégica; USA ya tiene ahí una base militar y necesita más control.

Trump quiere comprar esta Isla y con ella a sus 60.000 habitantes. Espantoso pensar, admitir, que a estas alturas de la civilización se vuelvan a vender territorios con gente y todo. Anacrónico.

Los enunciados de derechos humanos, los de libre determinación de los pueblos, no importan para los nuevos colonialismos.