La paz no se conquista a patadas

Ugo Stornaiolo

Quito sitiada. Como Siria, cualquier ciudad venezolana o Nueva York el 11 de septiembre del 2001 (con edificio destruido). Todo en 12 días de terror. Una violencia vandálica y una barbarie injustificada, nunca vistas en el país.

Agitadores a sueldo desde Caracas y La Habana, dirigidos por Rafael Correa en Bélgica, Ricardo Patiño en México y la coordinación en territorio de Virgilio Hernández, Gabriela Ribadeneira y Paola Pabón (prefecta usando recursos y maquinaria para dañar), con un plan “terror-correísta” que buscaba subvertir y asaltar el poder.

Se debió dejar el centro de Quito como quedó y convertirlo en “museo de la infamia” con placas que recuerden a los responsables: el alcalde Yunda, los concejales, las hordas correístas y los indígenas. Vuelve la “normalidad”. Los venezolanos que vandalizaron regresan a la calle a vender galletas y caramelos y mostrar carteles para pedir limosna.

Universidades que extraviaron su perspectiva. En vez de académicos, activistas que adoctrinan estudiantes que, ante el desempleo, se convierten en agitadores y son instruidos a nombre de un marxismo estancado en luchas y consignas de los 80, cuando no caía el muro de Berlín, atacando al FMI y al imperialismo y se sumaron a la protesta indígena.

Indígenas que balcanizaron la república, en nombre de supuestos derechos que creen les pertenecen, aunque su perorata es “por el pueblo” que, tras los daños, pagará la crisis. Los indígenas vuelven a sus llactas y los vándalos, agazapados, esperan otro estallido. Un Gobierno chantajeado y agarrado del cogote, aceptando lo que le imponen como política pública. Cualquier minoría “vulnerable”, con agenda mínima, paralizará el país, a nombre del supuesto pueblo, y logrará lo que sea.

Nace el “neocorreísmo” (sin Correa), encabezado por Jaime Vargas (el nuevo Evo Morales), Pablo Dávalos (otro error de Lovaina) y Leonidas Iza, anunciando la “nueva izquierda”, sin olvidar que también fueron instrumentalizados por Correa. Quito no los debe olvidar. El 2021 está muy cerca y hay que desterrar y erradicar para siempre a los políticos, tan mediocres y de quinta categoría. Pero, la paz no se conquista a patadas.

[email protected]

Ugo Stornaiolo

Quito sitiada. Como Siria, cualquier ciudad venezolana o Nueva York el 11 de septiembre del 2001 (con edificio destruido). Todo en 12 días de terror. Una violencia vandálica y una barbarie injustificada, nunca vistas en el país.

Agitadores a sueldo desde Caracas y La Habana, dirigidos por Rafael Correa en Bélgica, Ricardo Patiño en México y la coordinación en territorio de Virgilio Hernández, Gabriela Ribadeneira y Paola Pabón (prefecta usando recursos y maquinaria para dañar), con un plan “terror-correísta” que buscaba subvertir y asaltar el poder.

Se debió dejar el centro de Quito como quedó y convertirlo en “museo de la infamia” con placas que recuerden a los responsables: el alcalde Yunda, los concejales, las hordas correístas y los indígenas. Vuelve la “normalidad”. Los venezolanos que vandalizaron regresan a la calle a vender galletas y caramelos y mostrar carteles para pedir limosna.

Universidades que extraviaron su perspectiva. En vez de académicos, activistas que adoctrinan estudiantes que, ante el desempleo, se convierten en agitadores y son instruidos a nombre de un marxismo estancado en luchas y consignas de los 80, cuando no caía el muro de Berlín, atacando al FMI y al imperialismo y se sumaron a la protesta indígena.

Indígenas que balcanizaron la república, en nombre de supuestos derechos que creen les pertenecen, aunque su perorata es “por el pueblo” que, tras los daños, pagará la crisis. Los indígenas vuelven a sus llactas y los vándalos, agazapados, esperan otro estallido. Un Gobierno chantajeado y agarrado del cogote, aceptando lo que le imponen como política pública. Cualquier minoría “vulnerable”, con agenda mínima, paralizará el país, a nombre del supuesto pueblo, y logrará lo que sea.

Nace el “neocorreísmo” (sin Correa), encabezado por Jaime Vargas (el nuevo Evo Morales), Pablo Dávalos (otro error de Lovaina) y Leonidas Iza, anunciando la “nueva izquierda”, sin olvidar que también fueron instrumentalizados por Correa. Quito no los debe olvidar. El 2021 está muy cerca y hay que desterrar y erradicar para siempre a los políticos, tan mediocres y de quinta categoría. Pero, la paz no se conquista a patadas.

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Ugo Stornaiolo

Quito sitiada. Como Siria, cualquier ciudad venezolana o Nueva York el 11 de septiembre del 2001 (con edificio destruido). Todo en 12 días de terror. Una violencia vandálica y una barbarie injustificada, nunca vistas en el país.

Agitadores a sueldo desde Caracas y La Habana, dirigidos por Rafael Correa en Bélgica, Ricardo Patiño en México y la coordinación en territorio de Virgilio Hernández, Gabriela Ribadeneira y Paola Pabón (prefecta usando recursos y maquinaria para dañar), con un plan “terror-correísta” que buscaba subvertir y asaltar el poder.

Se debió dejar el centro de Quito como quedó y convertirlo en “museo de la infamia” con placas que recuerden a los responsables: el alcalde Yunda, los concejales, las hordas correístas y los indígenas. Vuelve la “normalidad”. Los venezolanos que vandalizaron regresan a la calle a vender galletas y caramelos y mostrar carteles para pedir limosna.

Universidades que extraviaron su perspectiva. En vez de académicos, activistas que adoctrinan estudiantes que, ante el desempleo, se convierten en agitadores y son instruidos a nombre de un marxismo estancado en luchas y consignas de los 80, cuando no caía el muro de Berlín, atacando al FMI y al imperialismo y se sumaron a la protesta indígena.

Indígenas que balcanizaron la república, en nombre de supuestos derechos que creen les pertenecen, aunque su perorata es “por el pueblo” que, tras los daños, pagará la crisis. Los indígenas vuelven a sus llactas y los vándalos, agazapados, esperan otro estallido. Un Gobierno chantajeado y agarrado del cogote, aceptando lo que le imponen como política pública. Cualquier minoría “vulnerable”, con agenda mínima, paralizará el país, a nombre del supuesto pueblo, y logrará lo que sea.

Nace el “neocorreísmo” (sin Correa), encabezado por Jaime Vargas (el nuevo Evo Morales), Pablo Dávalos (otro error de Lovaina) y Leonidas Iza, anunciando la “nueva izquierda”, sin olvidar que también fueron instrumentalizados por Correa. Quito no los debe olvidar. El 2021 está muy cerca y hay que desterrar y erradicar para siempre a los políticos, tan mediocres y de quinta categoría. Pero, la paz no se conquista a patadas.

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Ugo Stornaiolo

Quito sitiada. Como Siria, cualquier ciudad venezolana o Nueva York el 11 de septiembre del 2001 (con edificio destruido). Todo en 12 días de terror. Una violencia vandálica y una barbarie injustificada, nunca vistas en el país.

Agitadores a sueldo desde Caracas y La Habana, dirigidos por Rafael Correa en Bélgica, Ricardo Patiño en México y la coordinación en territorio de Virgilio Hernández, Gabriela Ribadeneira y Paola Pabón (prefecta usando recursos y maquinaria para dañar), con un plan “terror-correísta” que buscaba subvertir y asaltar el poder.

Se debió dejar el centro de Quito como quedó y convertirlo en “museo de la infamia” con placas que recuerden a los responsables: el alcalde Yunda, los concejales, las hordas correístas y los indígenas. Vuelve la “normalidad”. Los venezolanos que vandalizaron regresan a la calle a vender galletas y caramelos y mostrar carteles para pedir limosna.

Universidades que extraviaron su perspectiva. En vez de académicos, activistas que adoctrinan estudiantes que, ante el desempleo, se convierten en agitadores y son instruidos a nombre de un marxismo estancado en luchas y consignas de los 80, cuando no caía el muro de Berlín, atacando al FMI y al imperialismo y se sumaron a la protesta indígena.

Indígenas que balcanizaron la república, en nombre de supuestos derechos que creen les pertenecen, aunque su perorata es “por el pueblo” que, tras los daños, pagará la crisis. Los indígenas vuelven a sus llactas y los vándalos, agazapados, esperan otro estallido. Un Gobierno chantajeado y agarrado del cogote, aceptando lo que le imponen como política pública. Cualquier minoría “vulnerable”, con agenda mínima, paralizará el país, a nombre del supuesto pueblo, y logrará lo que sea.

Nace el “neocorreísmo” (sin Correa), encabezado por Jaime Vargas (el nuevo Evo Morales), Pablo Dávalos (otro error de Lovaina) y Leonidas Iza, anunciando la “nueva izquierda”, sin olvidar que también fueron instrumentalizados por Correa. Quito no los debe olvidar. El 2021 está muy cerca y hay que desterrar y erradicar para siempre a los políticos, tan mediocres y de quinta categoría. Pero, la paz no se conquista a patadas.

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