“Isla de paz”

Andrés Pachano

Creo que en el sentir colectivo de los ciudadanos de nuestra Patria durante mucho tiempo y sobre todo en aquellos azarosos años de la incontenible violencia y el terror desatado por los cárteles del narcotráfico en los países vecinos -sobre todo el horror en Colombia- estaba en nosotros, con una mezcla de orgullo y recelo, el decir que “…vivimos en una isla de paz…”, cuando nos referíamos al ver la ausencia de dinamitazos en nuestras ciudades, al palpar la inexistencia de la inclemente masacre de inocentes, del hostigamiento feroz a sangre y fuego a la prensa, al asolamiento de su infraestructura. Decíamos eso –reitero- en voz baja, aterrados al ver esa violencia demoníaca que dejó muerte y una inmensa diáspora de su gente. Decíamos eso al ver las imágenes que nos llegaban de edificios destruidos, incendiados; eran esas imágenes de una guerra en las ciudades, en el medio de sus habitantes.

Quiero seguir diciendo eso, que pese a la germinación del terror en el norte de Esmeraldas, vivimos aún y aspiramos continuar morando, pese a desventuras y pobrezas, frente a corruptelas y marañas mañosas, en esa “isla de paz”, casa de nuestras aspiraciones y temores.

Es la hora, para las instituciones del Estado Nacional, del actuar con suma inteligencia y ponderación; es la hora de la serenidad y la firmeza. El dinamitazo del cuartel de policía en San Lorenzo fue un aviso extremadamente peligroso, al que se han sucedido eventos dramáticos, uno de ellos el ataque a una patrulla de las fuerza armadas con la secuela de muerte de ciudadanos ecuatorianos y la mutilación de otros o el ataque con bombas caseras a similar contingente militar, y lo último: el drama doloroso, angustiante, del secuestro de un equipo de prensa de un diario de circulación nacional. Son eventos peligrosamente preocupantes, que exigen del Gobierno –insisto- inteligencia en su afrontar y del pueblo ecuatoriano tranquilidad, confianza. Es una hora muy dura.

La violencia terrorista es un opio degradante de la civilización; que ese opio no sea el vicio pernicioso que ancle a nuestra Patria en el pavor. Aupemos voluntades para tener una “isla de Paz”. No merecemos un trauma paralizante.