Ambivalencia

Andrés Pachano

La violencia, venga de donde venga es una necedad social, es la terquedad, es la porfía, es la ausencia de razón. Es negativa, es ausencia de inteligencia, es condenable.

Es difícil comprender aquel humano estado de ánimo, a veces transitorio a veces permanente, en el que coexisten dos sentimientos opuestos; es triste entender las actitudes del ser que presenta dos interpretaciones, dos sentimientos contradictorios, radicalmente diferentes entre sí, para exponer dos situaciones que tienen un símil común.

Eso vivimos, eso experimentamos con intensidad en estos caóticos días para América Latina.

El mismo y multitudinario conglomerado humano que alentó con afiebrado frenesí la violencia infame que soportó nuestro Ecuador en esos grises días de octubre pasado, demuestra inmensa empatía con ese radical odio que aún desata terror y violencia en las calles de Santiago de Chile; pero ese mismo multitudinario conglomerado, criticó agria y febrilmente esa también terrorífica, espantosa violencia desatada en las calles de las ciudades de Bolivia, por una inmensa cantidad de ciudadanos que se aglutinaron para condenar los resultados electorales de aquel país, comicios en los que el presidente Evo Morales fue proclamado triunfador. La necedad de Morales llevó a la exasperación, al odio; en un mismo día reculó en su ambición y anunció nuevos comicios para luego atender una “gentil invitción” a renunciar a su cargo. Y entonces… una nobel y feroz violencia estalló: la de sus partidarios. Entonces aquellos que condenaros la “violencia contra Evo”, aúpan con frenesí y festejan con pasión la violencia Post Evo, esa que le defiende.

La obnubilación, la ceguera pasión, hace que para actos idénticos se tenga diversa opinión y se mantenga una diferente actitud. La violencia, que es una sola, tiene esos dos rostros del fanatismo irracional; en Bolivia se presentó contradictoria a día seguido como para graficar, dramáticamente y con sangre de por medio, las ambivalencias a los que los dogmas conducen. Entonces, se hace turbia la mirada y la sinrazón es la reina de las acciones.

Son épocas de grises obnubilaciones. Ojalá los caminos no vayan a los abismos.

Andrés Pachano

La violencia, venga de donde venga es una necedad social, es la terquedad, es la porfía, es la ausencia de razón. Es negativa, es ausencia de inteligencia, es condenable.

Es difícil comprender aquel humano estado de ánimo, a veces transitorio a veces permanente, en el que coexisten dos sentimientos opuestos; es triste entender las actitudes del ser que presenta dos interpretaciones, dos sentimientos contradictorios, radicalmente diferentes entre sí, para exponer dos situaciones que tienen un símil común.

Eso vivimos, eso experimentamos con intensidad en estos caóticos días para América Latina.

El mismo y multitudinario conglomerado humano que alentó con afiebrado frenesí la violencia infame que soportó nuestro Ecuador en esos grises días de octubre pasado, demuestra inmensa empatía con ese radical odio que aún desata terror y violencia en las calles de Santiago de Chile; pero ese mismo multitudinario conglomerado, criticó agria y febrilmente esa también terrorífica, espantosa violencia desatada en las calles de las ciudades de Bolivia, por una inmensa cantidad de ciudadanos que se aglutinaron para condenar los resultados electorales de aquel país, comicios en los que el presidente Evo Morales fue proclamado triunfador. La necedad de Morales llevó a la exasperación, al odio; en un mismo día reculó en su ambición y anunció nuevos comicios para luego atender una “gentil invitción” a renunciar a su cargo. Y entonces… una nobel y feroz violencia estalló: la de sus partidarios. Entonces aquellos que condenaros la “violencia contra Evo”, aúpan con frenesí y festejan con pasión la violencia Post Evo, esa que le defiende.

La obnubilación, la ceguera pasión, hace que para actos idénticos se tenga diversa opinión y se mantenga una diferente actitud. La violencia, que es una sola, tiene esos dos rostros del fanatismo irracional; en Bolivia se presentó contradictoria a día seguido como para graficar, dramáticamente y con sangre de por medio, las ambivalencias a los que los dogmas conducen. Entonces, se hace turbia la mirada y la sinrazón es la reina de las acciones.

Son épocas de grises obnubilaciones. Ojalá los caminos no vayan a los abismos.

Andrés Pachano

La violencia, venga de donde venga es una necedad social, es la terquedad, es la porfía, es la ausencia de razón. Es negativa, es ausencia de inteligencia, es condenable.

Es difícil comprender aquel humano estado de ánimo, a veces transitorio a veces permanente, en el que coexisten dos sentimientos opuestos; es triste entender las actitudes del ser que presenta dos interpretaciones, dos sentimientos contradictorios, radicalmente diferentes entre sí, para exponer dos situaciones que tienen un símil común.

Eso vivimos, eso experimentamos con intensidad en estos caóticos días para América Latina.

El mismo y multitudinario conglomerado humano que alentó con afiebrado frenesí la violencia infame que soportó nuestro Ecuador en esos grises días de octubre pasado, demuestra inmensa empatía con ese radical odio que aún desata terror y violencia en las calles de Santiago de Chile; pero ese mismo multitudinario conglomerado, criticó agria y febrilmente esa también terrorífica, espantosa violencia desatada en las calles de las ciudades de Bolivia, por una inmensa cantidad de ciudadanos que se aglutinaron para condenar los resultados electorales de aquel país, comicios en los que el presidente Evo Morales fue proclamado triunfador. La necedad de Morales llevó a la exasperación, al odio; en un mismo día reculó en su ambición y anunció nuevos comicios para luego atender una “gentil invitción” a renunciar a su cargo. Y entonces… una nobel y feroz violencia estalló: la de sus partidarios. Entonces aquellos que condenaros la “violencia contra Evo”, aúpan con frenesí y festejan con pasión la violencia Post Evo, esa que le defiende.

La obnubilación, la ceguera pasión, hace que para actos idénticos se tenga diversa opinión y se mantenga una diferente actitud. La violencia, que es una sola, tiene esos dos rostros del fanatismo irracional; en Bolivia se presentó contradictoria a día seguido como para graficar, dramáticamente y con sangre de por medio, las ambivalencias a los que los dogmas conducen. Entonces, se hace turbia la mirada y la sinrazón es la reina de las acciones.

Son épocas de grises obnubilaciones. Ojalá los caminos no vayan a los abismos.

Andrés Pachano

La violencia, venga de donde venga es una necedad social, es la terquedad, es la porfía, es la ausencia de razón. Es negativa, es ausencia de inteligencia, es condenable.

Es difícil comprender aquel humano estado de ánimo, a veces transitorio a veces permanente, en el que coexisten dos sentimientos opuestos; es triste entender las actitudes del ser que presenta dos interpretaciones, dos sentimientos contradictorios, radicalmente diferentes entre sí, para exponer dos situaciones que tienen un símil común.

Eso vivimos, eso experimentamos con intensidad en estos caóticos días para América Latina.

El mismo y multitudinario conglomerado humano que alentó con afiebrado frenesí la violencia infame que soportó nuestro Ecuador en esos grises días de octubre pasado, demuestra inmensa empatía con ese radical odio que aún desata terror y violencia en las calles de Santiago de Chile; pero ese mismo multitudinario conglomerado, criticó agria y febrilmente esa también terrorífica, espantosa violencia desatada en las calles de las ciudades de Bolivia, por una inmensa cantidad de ciudadanos que se aglutinaron para condenar los resultados electorales de aquel país, comicios en los que el presidente Evo Morales fue proclamado triunfador. La necedad de Morales llevó a la exasperación, al odio; en un mismo día reculó en su ambición y anunció nuevos comicios para luego atender una “gentil invitción” a renunciar a su cargo. Y entonces… una nobel y feroz violencia estalló: la de sus partidarios. Entonces aquellos que condenaros la “violencia contra Evo”, aúpan con frenesí y festejan con pasión la violencia Post Evo, esa que le defiende.

La obnubilación, la ceguera pasión, hace que para actos idénticos se tenga diversa opinión y se mantenga una diferente actitud. La violencia, que es una sola, tiene esos dos rostros del fanatismo irracional; en Bolivia se presentó contradictoria a día seguido como para graficar, dramáticamente y con sangre de por medio, las ambivalencias a los que los dogmas conducen. Entonces, se hace turbia la mirada y la sinrazón es la reina de las acciones.

Son épocas de grises obnubilaciones. Ojalá los caminos no vayan a los abismos.