Por qué colapsó la URSS

PACO MONCAYO

La Unión Soviética fue un imperio sorprendente. Surgida en diciembre de 1922, tras la aplicación de los espectaculares tres primeros planes quinquenales, se había convertido, en 1939, en la tercera nación industrial del mundo, detrás solamente de Estados Unidos y Alemania. Después de la Segunda Guerra Mundial surgió victoriosa como la segunda potencia del planeta y medio siglo después ya no existía.

La explicación de su colapso no amerita razonamientos simplistas; sin embargo, la opinión calificada de Mijaíl Gorbachov, en su libro ‘Perestroika’, entrega argumentos irrebatibles: “…la precariedad y la erosión de los valores ideológicos y morales; una atmósfera de ‘vale todo’ con cada vez menos exigencia de disciplina y responsabilidad… gente deshonesta que conoce solamente sus derechos, pero no quiere saber de sus deberes; casi no dan nada a la sociedad, pero se arreglan para sacar de ella todo lo posible y aun lo imposible; viven de ingresos que no han ganado, enfermos de pasividad e indiferencia cívicas”.

¿No le parece esta -apreciado lector- la descripción trágica de lo que ha sucedido en Ecuador? Un país en el cual la dirigencia (no el liderazgo, porque esta es una palabra mayor), le roba al pueblo recursos indispensables para su supervivencia, como en los casos comprobados de corrupción, patrocinados por Odebrecht y las más altas jerarquías (no dignidades, porque éste es un adjetivo para gente superior)

El de ‘Arroz Verde 502’, denunciado por el portal Mil Hojas, sobre los aportes entregados por empresas contratistas del Estado para financiar las campañas electorales del correísmo; los reiterados fraudes electorales denunciados en el portal ‘Cuatro Pelagatos’, con los que lograron mantenerse en el poder; y, qué decir de las conductas escandalosas de los organismos de control, en particular de la proterva Contraloría, que perseguía a los inocentes y aseguraba impunidad a los corruptos.

¿Será que ahora las cosas han cambiado? No. Los escándalos están al orden del día y son de tal magnitud (como el tráfico de influencias, con la oferta de cargos del Estado), que no serían creíbles si no fuese por el ambiente de corrupción en que vivimos. ¡Por favor! Releamos a Gorbachov, antes de que sea demasiado tarde.

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