El segundo

Freddy Rodríguez

Ataviado con su vistoso tocado de plumas, el señor Jaime Vargas, presidente de la Conaie, declaró luego de su periplo por Centroamérica, ser el “segundo mandatario” del Ecuador, después obviamente del primero que, supongo, es el señor Lenín Moreno.

Las declaraciones del señor Vargas a su regreso de Guatemala, país que lo habría expulsado por, según sus autoridades, “intentar soliviantar los ánimos de la gente” (expulsión que el señor Vargas niega), más allá de su carácter anecdótico y hasta risible, no deberían dejar de tomarse en serio, por cuanto el dirigente indígena, y potencial candidato a la presidencia en las elecciones del próximo año, tiene realmente un enorme poder que ya lo utilizó en octubre pasado, cuando lideró una revuelta que paralizó el país por 11 días con sus noches.

Parafraseando a Martín Pallares, en su columna del blog 4Pelagatos, coincido en que en el país existen personajes que representan a un grupo político, a un gremio, o a una organización social como la Conaie, que se creen investidos por un poder omnímodo, que los vuelve influyentes para la toma de decisiones de Estado, por lo que nada se mueve ni se hace sin su permiso. Uno de aquellos personajes fue, sin duda, el León Febres Cordero, de quien se dice que, paradójicamente, llegó a tener más poder luego de haber concluido su mandato presidencial, y es indudable que su influyente brazo se extendía a todos los ámbitos, tanto así que algunos magistrados de la ex Corte Suprema de Justicia se reunían privadamente con él. De Rafael Correa ni se diga, ya que él mismo se auto tituló como el depositario de todo el poder estatal al afirmar, al estilo de Luis XIV, que era el jefe no solo de la función ejecutiva, sino de todas las funciones del Estado.

Las declaraciones de Vargas, con todo lo folclóricas que pueden ser, demuestran fehacientemente el nivel primitivo de nuestra política, y el peligro latente que personajes de esa laya accedan a los más altos cargos de elección popular. Ingresen a las redes sociales y advertirán, con espanto, el nivel de apoyo que tienen estas declaraciones traídas de los cabellos, o de las plumas en este caso.