El triángulo

Rodrigo Santillán Peralbo

La Estrategia Regional de Defensa, conforme un proyecto presentado por el ministro de Defensa O. Jarrín en el Pentágono, en el fondo se constituye en una estrategia de Estados Unidos para alcanzar sus objetivos geopolíticos de dominación en América Latina, con el uso del siempre socorrido pretexto de la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo internacional y la delincuencia organizada.

El famoso “Triángulo de Seguridad” se amplía con Perú y Colombia, países con los que la Casa Blanca ya tiene acuerdos. Con ese convenio se supera el “Triángulo ecuatoriano” que comienza en la Isla San Cristóbal de Galápagos y llega al continente a los puertos de Esmeraldas, Manta, Posorja y Bolívar. Este país se ha convertido en una amplia pista de aterrizaje y despegue de los aviones Awacs y Orión con los que vigila costas y mares ecuatorianos.

Además, al Ecuador se le otorgará un radar para control del espacio aéreo, se abrirá un abanico de ciberdefensa para las Fuerzas Armadas a las que “equipará y mejorará”, capacitará a policías en academias de la CIA y del FBI, dotarán de equipos para mejorar el sistema de comunicaciones y en temas de seguridad y defensa. ¿Es posible que se concreten acuerdos para ejecutar escuchas telefónicas, tan de moda en nuestra América? Ya hubo denuncias de ese de tipo de espionaje en el gobierno de Correa que estuvo a cargo de la Senain que habría actuado por sobre la disposición contenida en el numeral 13 del artículo 23 de la Constitución que garantiza la inviolabilidad y secreto de correspondencia.

Hay sectores que aplauden ese tipo de convenios, tal vez sin siquiera pensar que Estados Unidos siempre cobra con creces sus intenciones y “favores”. En la práctica, Washington ya perdió la “guerra contra el narcotráfico”. Viene y ¿quién le saca?

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