La teleducación ¿Necesidad temporal o sistema permanente?

Junto con el coronavirus llegaron a nuestra vida, sin que lo notáramos, una serie de cambios en el pensamiento y en el accionar que determinan lo que se ha denominado la “nueva normalidad”. Entre esos cambios, hoy quisiera llamar la atención ciudadana al tema de la Educación.

Ante la emergencia sanitaria y la posibilidad cierta de que los estudiantes, especialmente de los niveles primarios y secundarios, al acudir a sus centros educativos pudieran contagiarse y convertirse en focos de infección y transmisión de la pandemia, el Ministerio de Educación optó por cerrar la modalidad de la educación presencial y abrió las puertas a la teleducación o educación virtual.

Ante la crisis, la decisión fue acertada; pero ya ha pasado algunos meses de que los niños y jóvenes han recibido las clases a través de la tecnología moderna del internet y las teleconferencias, podemos iniciar un proceso de evaluación de este sistema educativo.

Los pedagogos exhiben argumentos en favor y en contra. Para unos, esta tecnología ofrece la oportunidad de que los estudiantes puedan, bajo la guía de sus maestros, adquirir las destrezas de investigación y responsabilidad tan necesarias en la época en que vivimos: Para otros, el maestro es insustituible, al igual que la socialización que un estudiante adquiere y forja en la cotidianidad del aula con sus maestros y compañeros.

Es verdad que las “aulas virtuales” tienen ya, una existencia superior a las dos décadas, pero su utilización, en nuestro país, estuvo siempre restringida, a universidades y programas de estudios superiores. Sin embargo, algunos catedráticos de otros países, vienen trabajado en protocolos y técnicas para los niveles primario y secundario.

En el caso del Ecuador, por razones propias de nuestra economía e idiosincrasia, la teleducación estuvo relegada y en muchos casos ignorada. La falta de conectividad del país, así como la incapacidad económica para adquirir una computadora por parte de un gran porcentaje de las familias de los educandos, o para pagar la mensualidad a fin de acceder al internet, etc., obligó a escuelas y colegios a no prestar atención a este sistema. Igualmente, los maestros que también sufren este problema económico no permitieron que en el Ecuador se difundiera la teleducación.

En el contexto actual, el Ministerio de Educación, impuso en el sistema educativo del país este mecanismo, sin los protocolos adecuados, sin la preparación de los maestros y sin medir las consecuencias.

Ante la evidencia de que seguiremos con restricciones de movilidad por algún tiempo más, lo que se traduce en que la teleducación continuará en los próximos meses y años, hasta transformarse de un recurso a un sistema, cabe preguntarse: ¿la teleducación es la forma de educación del futuro? ¿desaparecerá la educación presencial? ¿está el Ecuador preparado para la masificación de este sistema? ¿el Ministerio de Educación está trabajando en los protocoles respectivos? ¿el Ministerio está capacitando a los maestros para el uso de esta tecnología? ¿qué hace el gobierno para masificar la cobertura de esta tecnología a todo el país?

En fin, son muchas las interrogantes que surgen a partir de esta experiencia y no estaría mal que empecemos a encontrar las respuestas.