El arte de patear y cabecear

Manuel Castro M.

El arte como todo lo humano comenzó humildemente –o primitivamente, como todo lo auténtico. De las pinturas rupestres se pasó a los pintores y músicos geniales. Y cuando el idioma fue inventado aparecieron los grandes escritores, los poetas y los pensadores.

En este mes de junio de 2018 una pasión absorbe al mundo: el campeonato mundial de fútbol en la lejana y hoy maleta (para ese deporte) Rusia, antigua meca para la subsistencia de los revolucionarios. Desde luego que el amor intenso o arrebato por el fútbol es sincero, más por el resultado que por el espectáculo. Nunca se ha visto a un “hincha” aplaudiendo al equipo contrario, al contrario cierra los ojos cuando su equipo anota un gol en posición prohibida o el odiado árbitro sanciona un penal inexistente a favor de su equipo. Cuando el fútbol era deporte, Jardiel Poncela decía, sin que le lapiden, que lo mejor del deporte es que luego los ejecutantes se bañan, lo que no sucede con los directores de orquesta que también sudan la gota gruesa, pues se necesitan genio para dirigir hasta otros cien genios y sus instrumentos.

No todos han tomado en serio al fútbol, o no lo han comprendido como dijera Vargas Llosa. Cuentan que el doctor Velasco Ibarra –cinco veces presidente, autor de 28 libros-, fue invitado a un partido de fútbol y, recordando ese juego en el colegio de los jesuitas, aburrido, preguntó: ¿En cuántos goles termina el juego?

Borges afirmaba que no es decente hacer sufrir a alguien ganándole un partido de fútbol, que obligatoriamente –para ser deporte, mente sana en cuerpo sano- debería terminar en empate, o no hacer conocer al resultado. Cuenta que en 1930, en Buenos Aires, miraban con un íntimo amigo y escritor uruguayo, el partido final entre Argentina y Uruguay. Que en el medio tiempo, cuando Argentina ganaba uno a cero, le invitó a su amigo a retirarse del estadio, pues no soportaba verle sufrir. Después de cincuenta años afirmaba: No sé quién ganó ese campeonato mundial. La amistad es primero. (Por si acaso ganó Uruguay 4 a 2).

Y como soy objetivo y desapasionado: ¡Qué gane el mejor, o sea, Messi!

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