RIP Supercom

Pablo Escandón Montenegro

Las reformas a la LOC se sancionaron y la Supercom, esa institución que nació como una viveza criolla, desaparece. No se extingue bajo la ignominia de sus acciones pasadas, sino que deja este entorno comunicacional estatal con datos importantes para el desarrollo mediático del país.

El día que se sancionó la reforma a la LOC, el equipo técnico de la Supercom entregaba el primer estado real de los medios de comunicación, luego de un monitoreo de cuatro meses a los medios inscritos en Cordicom. Mientras en la Asamblea le daban los santos óleos, en la Universidad Andina los funcionarios exhalaban esperanza.

La Supercom transparentó su acción, su metodología y sus resultados. Es la foto que nunca quisieron tomar. Era mejor hacer pequeños retratos de los feos, de los malcriados, de los patanes, de los que nos hacen quedar mal, para globalizar, para generalizar y decir así son todos. Con esta exhalación de la Supercom tenemos sus últimas palabras, tan duras y precisas como la confesión de un agonizante: “Esta es la realidad de los medios”, sin ensalzar ni denostar. La transmisión de entretenimiento es altísima en la televisión abierta, pero ese tipo de programas no son producidos por realizadores nacionales: la mayoría son enlatados de las décadas pasadas. En las radios, el entretenimiento musical es lo que prima.

¿De qué industria cultural hablamos en el país? ¡La publicidad sí es producción nacional! Es publicidad, no contenido que cambia a la sociedad, sino que reafirma el mercado y el capital.

Esto nos dejó la Supercom, que al final de su gestión, como el ladrón bueno, se arrepintió de lo que hizo y demostró que una buena cabeza podía haber dejado una mejor herencia a la sociedad. Tantos años de mal trabajo y de un nacimiento errado, fueron su tumba.

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