Las debilidades

Fabián Cueva Jiménez

Los últimos acontecimientos: violentos, destructores, terroristas, nos hicieron recordar otros pero justos levantamientos indígenas en siglos antes del XX, por: maltrato e incumplimiento de salarios a mitayos, cobro de impuestos a niños, censos para redistribuir a la gente para el trabajo gratuito, pago de tributos por anticipado y discrímenes de toda naturaleza.

Después de mucho tiempo, los indígenas pidiendo reivindicaciones intervinieron en política, con: Borja, Noboa, Sixto, Bucaram, Jamil, Gutiérrez, Palacios y Correa.

Hoy, con ellos y otros, la sociedad explotó, quedamos impactados como nunca antes: agresividad e irracionalidad de ciertos representantes del 7% de la población ecuatoriana, de delincuentes y grupos asalariados por enfermos politiqueros –primera debilidad- para crear inestabilidad.

Catervas que atacaron a edificios, parques, calles, personas, destruyendo historia, documentos y especialmente la tranquilidad. Penosas imágenes que no las imaginábamos.

Frente a los actores indígenas, sus actitudes y gestos, en medio del bullicio, también pensamos en la real desigualdad de oportunidades, en minorías abandonadas con escasos niveles de educación, en la inequidad e injusticia –otra debilidad-.

Social y psicológicamente hay afectaciones, bastó mirar y escuchar a la gran masa en sus recorridos, en declaraciones y silencios, para descubrir debilidades cognitivas, aprovechadas por sus líderes y políticos.

Tienen dificultades para: procesar información, concentrarse, orientarse, comprender; por eso, su confusión mental, conducta irritable, enojo y comportamiento social inadecuado, todo producto de la falta de un proceso educativo permanente, que a veces se inicia y nunca concluye, pues la solución de necesidades básicas es prioridad.

Después de lo ocurrido, cada uno respondamos: ¿quién ganó o perdió? ¿habrá paz, después de la violencia?, ¿habrá que sancionar? Lo cierto es que, si la educación tiene un sentido social, de vida y de relaciones entre los individuos, ¿por qué no la atendemos debidamente?

[email protected]

Fabián Cueva Jiménez

Los últimos acontecimientos: violentos, destructores, terroristas, nos hicieron recordar otros pero justos levantamientos indígenas en siglos antes del XX, por: maltrato e incumplimiento de salarios a mitayos, cobro de impuestos a niños, censos para redistribuir a la gente para el trabajo gratuito, pago de tributos por anticipado y discrímenes de toda naturaleza.

Después de mucho tiempo, los indígenas pidiendo reivindicaciones intervinieron en política, con: Borja, Noboa, Sixto, Bucaram, Jamil, Gutiérrez, Palacios y Correa.

Hoy, con ellos y otros, la sociedad explotó, quedamos impactados como nunca antes: agresividad e irracionalidad de ciertos representantes del 7% de la población ecuatoriana, de delincuentes y grupos asalariados por enfermos politiqueros –primera debilidad- para crear inestabilidad.

Catervas que atacaron a edificios, parques, calles, personas, destruyendo historia, documentos y especialmente la tranquilidad. Penosas imágenes que no las imaginábamos.

Frente a los actores indígenas, sus actitudes y gestos, en medio del bullicio, también pensamos en la real desigualdad de oportunidades, en minorías abandonadas con escasos niveles de educación, en la inequidad e injusticia –otra debilidad-.

Social y psicológicamente hay afectaciones, bastó mirar y escuchar a la gran masa en sus recorridos, en declaraciones y silencios, para descubrir debilidades cognitivas, aprovechadas por sus líderes y políticos.

Tienen dificultades para: procesar información, concentrarse, orientarse, comprender; por eso, su confusión mental, conducta irritable, enojo y comportamiento social inadecuado, todo producto de la falta de un proceso educativo permanente, que a veces se inicia y nunca concluye, pues la solución de necesidades básicas es prioridad.

Después de lo ocurrido, cada uno respondamos: ¿quién ganó o perdió? ¿habrá paz, después de la violencia?, ¿habrá que sancionar? Lo cierto es que, si la educación tiene un sentido social, de vida y de relaciones entre los individuos, ¿por qué no la atendemos debidamente?

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Fabián Cueva Jiménez

Los últimos acontecimientos: violentos, destructores, terroristas, nos hicieron recordar otros pero justos levantamientos indígenas en siglos antes del XX, por: maltrato e incumplimiento de salarios a mitayos, cobro de impuestos a niños, censos para redistribuir a la gente para el trabajo gratuito, pago de tributos por anticipado y discrímenes de toda naturaleza.

Después de mucho tiempo, los indígenas pidiendo reivindicaciones intervinieron en política, con: Borja, Noboa, Sixto, Bucaram, Jamil, Gutiérrez, Palacios y Correa.

Hoy, con ellos y otros, la sociedad explotó, quedamos impactados como nunca antes: agresividad e irracionalidad de ciertos representantes del 7% de la población ecuatoriana, de delincuentes y grupos asalariados por enfermos politiqueros –primera debilidad- para crear inestabilidad.

Catervas que atacaron a edificios, parques, calles, personas, destruyendo historia, documentos y especialmente la tranquilidad. Penosas imágenes que no las imaginábamos.

Frente a los actores indígenas, sus actitudes y gestos, en medio del bullicio, también pensamos en la real desigualdad de oportunidades, en minorías abandonadas con escasos niveles de educación, en la inequidad e injusticia –otra debilidad-.

Social y psicológicamente hay afectaciones, bastó mirar y escuchar a la gran masa en sus recorridos, en declaraciones y silencios, para descubrir debilidades cognitivas, aprovechadas por sus líderes y políticos.

Tienen dificultades para: procesar información, concentrarse, orientarse, comprender; por eso, su confusión mental, conducta irritable, enojo y comportamiento social inadecuado, todo producto de la falta de un proceso educativo permanente, que a veces se inicia y nunca concluye, pues la solución de necesidades básicas es prioridad.

Después de lo ocurrido, cada uno respondamos: ¿quién ganó o perdió? ¿habrá paz, después de la violencia?, ¿habrá que sancionar? Lo cierto es que, si la educación tiene un sentido social, de vida y de relaciones entre los individuos, ¿por qué no la atendemos debidamente?

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Fabián Cueva Jiménez

Los últimos acontecimientos: violentos, destructores, terroristas, nos hicieron recordar otros pero justos levantamientos indígenas en siglos antes del XX, por: maltrato e incumplimiento de salarios a mitayos, cobro de impuestos a niños, censos para redistribuir a la gente para el trabajo gratuito, pago de tributos por anticipado y discrímenes de toda naturaleza.

Después de mucho tiempo, los indígenas pidiendo reivindicaciones intervinieron en política, con: Borja, Noboa, Sixto, Bucaram, Jamil, Gutiérrez, Palacios y Correa.

Hoy, con ellos y otros, la sociedad explotó, quedamos impactados como nunca antes: agresividad e irracionalidad de ciertos representantes del 7% de la población ecuatoriana, de delincuentes y grupos asalariados por enfermos politiqueros –primera debilidad- para crear inestabilidad.

Catervas que atacaron a edificios, parques, calles, personas, destruyendo historia, documentos y especialmente la tranquilidad. Penosas imágenes que no las imaginábamos.

Frente a los actores indígenas, sus actitudes y gestos, en medio del bullicio, también pensamos en la real desigualdad de oportunidades, en minorías abandonadas con escasos niveles de educación, en la inequidad e injusticia –otra debilidad-.

Social y psicológicamente hay afectaciones, bastó mirar y escuchar a la gran masa en sus recorridos, en declaraciones y silencios, para descubrir debilidades cognitivas, aprovechadas por sus líderes y políticos.

Tienen dificultades para: procesar información, concentrarse, orientarse, comprender; por eso, su confusión mental, conducta irritable, enojo y comportamiento social inadecuado, todo producto de la falta de un proceso educativo permanente, que a veces se inicia y nunca concluye, pues la solución de necesidades básicas es prioridad.

Después de lo ocurrido, cada uno respondamos: ¿quién ganó o perdió? ¿habrá paz, después de la violencia?, ¿habrá que sancionar? Lo cierto es que, si la educación tiene un sentido social, de vida y de relaciones entre los individuos, ¿por qué no la atendemos debidamente?

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