Legado por la discapacidad

Pablo Izquierdo Pinos

El 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de Personas con Discapacidad. De lo que Ecuador sustenta en el papel, nuestros discapacitados viven en un país de “ensueño”. La realidad es desalentadora, los principales verdugos, la corrupción, la desidia. Ejemplo, todos los países tienen hospitales nacionales de rehabilitación donde desarrollan tratamiento, investigación, docencia y normas para la atención, promoción y prevención en discapacidad.

La Organización Mundial de la Salud reconoce que el 15% de la población mundial tienen algún tipo de discapacidad. Estadísticas en Ecuador: en 1996 teníamos 1.650.0000 personas con discapacidad, en 2010 bajó a 816.000 y este año 475.000, es decir apenas el 2% de los 17 millones de ecuatorianos. Impostura que hace que más del 60% de discapacitados este fuera del goce efectivo de derechos constitucionales.

El cumplimiento del exceso de normatividad es inferior a la mitad y como todo en gestión pública, el caos está en implementarlo. La Ley orgánica de discapacidades establece mecanismos de integración social y estímulos para inclusión laboral de personas con discapacidad. Su aplicación es una falacia y su efecto real en derecho al trabajo es inferior al 1,5%.

La normativa internacional habla de seis tipos de discapacidad; Ecuador reconoce cinco: física, intelectual, auditiva, visual y psicosocial. La población sorda logró mejores avances en acceso a servicios, pero tienen altos índices de exclusión laboral y educativa. Seis de cada diez no acceden a colegios y ocho de cada diez no tienen trabajo. Los ciegos tienen indicadores excluyentes superiores al 80%. Los más excluidos son las personas con discapacidad intelectual, si son pobres, peor.

Los seres humanos sensibles, que ven en su semejante el espejo de su sufrimiento y su templanza frente a la discapacidad, siempre dejaron un legado que alivie en el otro su propio dolor. Presidente, le propongo, su herencia imperecedera: que nuestro país, como todos los de la región, tenga el Instituto u Hospital Nacional de Discapacidades, que lleve su nombre. No desperdicie esta oportunidad.

[email protected]

Pablo Izquierdo Pinos

El 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de Personas con Discapacidad. De lo que Ecuador sustenta en el papel, nuestros discapacitados viven en un país de “ensueño”. La realidad es desalentadora, los principales verdugos, la corrupción, la desidia. Ejemplo, todos los países tienen hospitales nacionales de rehabilitación donde desarrollan tratamiento, investigación, docencia y normas para la atención, promoción y prevención en discapacidad.

La Organización Mundial de la Salud reconoce que el 15% de la población mundial tienen algún tipo de discapacidad. Estadísticas en Ecuador: en 1996 teníamos 1.650.0000 personas con discapacidad, en 2010 bajó a 816.000 y este año 475.000, es decir apenas el 2% de los 17 millones de ecuatorianos. Impostura que hace que más del 60% de discapacitados este fuera del goce efectivo de derechos constitucionales.

El cumplimiento del exceso de normatividad es inferior a la mitad y como todo en gestión pública, el caos está en implementarlo. La Ley orgánica de discapacidades establece mecanismos de integración social y estímulos para inclusión laboral de personas con discapacidad. Su aplicación es una falacia y su efecto real en derecho al trabajo es inferior al 1,5%.

La normativa internacional habla de seis tipos de discapacidad; Ecuador reconoce cinco: física, intelectual, auditiva, visual y psicosocial. La población sorda logró mejores avances en acceso a servicios, pero tienen altos índices de exclusión laboral y educativa. Seis de cada diez no acceden a colegios y ocho de cada diez no tienen trabajo. Los ciegos tienen indicadores excluyentes superiores al 80%. Los más excluidos son las personas con discapacidad intelectual, si son pobres, peor.

Los seres humanos sensibles, que ven en su semejante el espejo de su sufrimiento y su templanza frente a la discapacidad, siempre dejaron un legado que alivie en el otro su propio dolor. Presidente, le propongo, su herencia imperecedera: que nuestro país, como todos los de la región, tenga el Instituto u Hospital Nacional de Discapacidades, que lleve su nombre. No desperdicie esta oportunidad.

[email protected]

Pablo Izquierdo Pinos

El 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de Personas con Discapacidad. De lo que Ecuador sustenta en el papel, nuestros discapacitados viven en un país de “ensueño”. La realidad es desalentadora, los principales verdugos, la corrupción, la desidia. Ejemplo, todos los países tienen hospitales nacionales de rehabilitación donde desarrollan tratamiento, investigación, docencia y normas para la atención, promoción y prevención en discapacidad.

La Organización Mundial de la Salud reconoce que el 15% de la población mundial tienen algún tipo de discapacidad. Estadísticas en Ecuador: en 1996 teníamos 1.650.0000 personas con discapacidad, en 2010 bajó a 816.000 y este año 475.000, es decir apenas el 2% de los 17 millones de ecuatorianos. Impostura que hace que más del 60% de discapacitados este fuera del goce efectivo de derechos constitucionales.

El cumplimiento del exceso de normatividad es inferior a la mitad y como todo en gestión pública, el caos está en implementarlo. La Ley orgánica de discapacidades establece mecanismos de integración social y estímulos para inclusión laboral de personas con discapacidad. Su aplicación es una falacia y su efecto real en derecho al trabajo es inferior al 1,5%.

La normativa internacional habla de seis tipos de discapacidad; Ecuador reconoce cinco: física, intelectual, auditiva, visual y psicosocial. La población sorda logró mejores avances en acceso a servicios, pero tienen altos índices de exclusión laboral y educativa. Seis de cada diez no acceden a colegios y ocho de cada diez no tienen trabajo. Los ciegos tienen indicadores excluyentes superiores al 80%. Los más excluidos son las personas con discapacidad intelectual, si son pobres, peor.

Los seres humanos sensibles, que ven en su semejante el espejo de su sufrimiento y su templanza frente a la discapacidad, siempre dejaron un legado que alivie en el otro su propio dolor. Presidente, le propongo, su herencia imperecedera: que nuestro país, como todos los de la región, tenga el Instituto u Hospital Nacional de Discapacidades, que lleve su nombre. No desperdicie esta oportunidad.

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Pablo Izquierdo Pinos

El 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de Personas con Discapacidad. De lo que Ecuador sustenta en el papel, nuestros discapacitados viven en un país de “ensueño”. La realidad es desalentadora, los principales verdugos, la corrupción, la desidia. Ejemplo, todos los países tienen hospitales nacionales de rehabilitación donde desarrollan tratamiento, investigación, docencia y normas para la atención, promoción y prevención en discapacidad.

La Organización Mundial de la Salud reconoce que el 15% de la población mundial tienen algún tipo de discapacidad. Estadísticas en Ecuador: en 1996 teníamos 1.650.0000 personas con discapacidad, en 2010 bajó a 816.000 y este año 475.000, es decir apenas el 2% de los 17 millones de ecuatorianos. Impostura que hace que más del 60% de discapacitados este fuera del goce efectivo de derechos constitucionales.

El cumplimiento del exceso de normatividad es inferior a la mitad y como todo en gestión pública, el caos está en implementarlo. La Ley orgánica de discapacidades establece mecanismos de integración social y estímulos para inclusión laboral de personas con discapacidad. Su aplicación es una falacia y su efecto real en derecho al trabajo es inferior al 1,5%.

La normativa internacional habla de seis tipos de discapacidad; Ecuador reconoce cinco: física, intelectual, auditiva, visual y psicosocial. La población sorda logró mejores avances en acceso a servicios, pero tienen altos índices de exclusión laboral y educativa. Seis de cada diez no acceden a colegios y ocho de cada diez no tienen trabajo. Los ciegos tienen indicadores excluyentes superiores al 80%. Los más excluidos son las personas con discapacidad intelectual, si son pobres, peor.

Los seres humanos sensibles, que ven en su semejante el espejo de su sufrimiento y su templanza frente a la discapacidad, siempre dejaron un legado que alivie en el otro su propio dolor. Presidente, le propongo, su herencia imperecedera: que nuestro país, como todos los de la región, tenga el Instituto u Hospital Nacional de Discapacidades, que lleve su nombre. No desperdicie esta oportunidad.

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