Multitudinario inicio de la temporada en Bogotá

Público. La Plaza Santamaría de Bogotá al momento del inicio de la corrida. (Foto: William Cortés)
Público. La Plaza Santamaría de Bogotá al momento del inicio de la corrida. (Foto: William Cortés)

Por: Santiago Aguilar

Con marca de gran suceso se cumplió el pasado domingo el inicio de la Temporada Taurina de Bogotá. La apuesta de sus decididos organizadores fue recogida por una multitud de aficionados que concurrieron con determinación y alegría a los tendidos de la legendaria Plaza Santamaría.

Más allá de un ambiente enrarecido por los políticos de turno y por antitaurinos de oficio, la mancuerna empresarial formada por Casa Toreros y el ganadero colombiano Alberto Cediel, supo capear el temporal, sortear obstáculos, superar malas voluntades; y, en pocas semanas, montar una temporada de seis espectáculos de categoría que, domingo a domingo, se cumplirán hasta el primero de marzo.

El caso es que la primera plaza de toros de Colombia abrió sus puertas para redimir a una afición ejemplar que desde el graderío vivió con emoción desbordada todo cuanto sucedía en el ruedo del nonagenario coso, que agregó a su áureo tono, el vistoso pantone propio, muy propio, de las funciones taurinas.

Medios de todo el orbe han contado con detalle el curso de la corrida y su saldo postrero. Más allá de la labor de los lidiadores, el triunfo más sonado se lo llevó el concepto de libertad, pues miles de aficionados bogotanos, arropados por un puñado de foráneos, ejercieron a cabalidad su libre albedrío entendido como la potestad que el ser humano tiene para obrar según considere y elija.

A la hora del paseíllo, los bien cuidados tendidos rozaron el lleno para acoger a Morante de la Puebla, Sebastián Castella y Luis Miguel Castrillón, quienes enfrentaron un desigual lote de toros con el hierro de Ernesto Guitiérrez, que poco colaboró con los toreros, a excepción del noble quinto con el que el francés Castella a punto estuvo de triunfar, de no terciar su impreciso manejo de la espada que redujo a una vuelta al ruedo un quehacer de doble premio, diseñado con paciencia y expresado con temple. En su primero, consiguió un apéndice tras una pulcra labor.

Morante de la Puebla estrelló su renovada actitud en una pareja de reses de mínimas prestaciones. El saludo capotero a la verónica fue de cante grande, como los preciosos delantales del quite. En tanto que el paisa Castrillón no pudo trascender por las complicaciones de los astados que sorteó.

Lo cierto es que el inicio de la Temporada Taurina de Bogotá reconstituyó, en la querida Colombia, la legitimidad de la fiesta de los toros, confirmado que el ejercicio pleno de la libertad como elemento esencial de cualquier sociedad, no admite límites ni condiciones.