Medios públicos, el sueño que no fue

A ningún autócrata y su corte le interesa que la democracia se discuta en los medios de comunicación, mucho menos que lo público sea eso, de la gente y de acceso abierto a la diversidad de pensamiento para dialogar sobre lo que nos interesa a todos los ciudadanos.

Durante la existencia de este conglomerado de multimedios, que pudo tener un futuro mejor, la esperanza de algunos ilusos fue como la asistencia a la feria del pueblo: pasajera y completamente mentirosa.

Este proyecto de representatividad mediática de la diversidad étnica y cultural del país nos ha dejado varias experiencias, de revisión indispensable para que los medios públicos que aún quedan no cometan los mismos errores y se establezcan proyectos de ciudadanía y no acciones administrativas que responden a la imagen de la autoridad de turno:

1) Administración diversa y representativa. Nada más alejado de un medio público es que en su equipo de gobierno estén solamente los adherentes al partido político ganador de las elecciones y se ponga al jefe de campaña o de relaciones públicas como gerente o administrador. Allí tiene que estar representada la diversidad de la población y no de los políticos.

2) Competencia coherente con su audiencia y usuarios. Es decir, que no se piensen ni se vean como competencia de los medios privados, pues no es su finalidad ni misión. El medio debe ser competente con las necesidades de los usuarios para producir contenidos que les sean de utilidad, que tomen en cuenta su cultura y expresiones. Nada más alejado de un medio público medirse solo por rating y no por beneficio social.

3) Fomento a la producción: documentales, ficción, educación y entretenimiento, desde una perspectiva del usuario para conocer qué quiere ver la ciudadanía donde se refleje su cotidianidad.

4) Transparencia e independencia informativa. Para que hagan periodismo y no proselitismo ni relaciones públicas.

El sueño nacional ya se fue, pero perduran en las localidades.