A propósito de carnets

El Ecuador ha llegado al extremo de la connivencia con la falta de sindéresis, con el abuso permanente de la autoridad para obtener privilegios y recursos que no le corresponden.

El último escándalo, o tal vez sea el penúltimo o el anterior, ya que cada día amanecemos con uno nuevo, tiene que ver con el abuso y el falsear la verdad de autoridades o sus familiares que los obtuvieron para beneficiarse de los privilegios que la sociedad y el Estado conceden a quienes realmente tienen una condición que amerita el que se les reconozca algunos beneficios que ayuden en algo a paliar las condiciones de vida adversas que les ha tocado vivir.

Exagerar algún problema o valerse de subterfugios para conseguir un carnet, significa no tener escrúpulos cuando de un beneficio se trata, llámese la importación de un vehículo, exenciones tributarias, rebajas en pasajes o en pensiones alimenticias.

Los ecuatorianos asistimos asombrados a estos juegos que dejan en muy mal predicamento a la política nacional y a la clase política.

Y no son solo los miembros de la Asamblea los que aparecen implicados en el circo de los carnets, son también los jueces los beneficiarios de esta feria en la que nuevamente se pierde la fe pública en las autoridades, la sensación de que no se puede creer en nadie, que la defraudación colectiva está a la vuelta de la esquina.

No hay duda de que las instituciones las hacen las personas, por ello seguimos insistiendo en que la actuación individual con la sumatoria de los otros, se vuelve un requisito sin el cual no podríamos evaluar.

Cabe a las autoridades de justicia, sancionar a los culpables, la impunidad estimula la comisión de los delitos. Una justicia que practique aquello que está cerca de aprobarse en la Asamblea y es la ley de extinción de dominio de los bienes de los acusados y les quite el poder que lo usan para seguir manipulando desde la prisión o desde el exilio