Error y simulación

Desde marzo hasta la fecha los procesos humanos se han volcado a la masiva digitalización de la vida, al uso y salto entre las pantallas y a mirar más a la familia y amigos mediados por cualquier dispositivo informático.

Las instituciones han adoptado la atención por vía telemática para cualquier duda, iniciativa o transacción, pero hay funciones vitales que no se pueden digitalizar: los besos y los abrazos, por ejemplo.

Lo demás son experiencias vicarias, y eso es lo que la digitalización debe hacer: motivar y potenciar las habilidades y experiencias reales con simulaciones, con tutoriales, con guías. Lo comercial y mercantil no son experiencias vicarias, son transacciones; no son aprendizajes de vida, no potencian habilidades comunicacionales ni nos preparan para situaciones reales.

Las visitas virtuales a lugares patrimoniales o el uso de mapas son simulaciones para adelantar una visita real para establecer un itinerario y aprovechar mejor el tiempo y el espacio en la situación real. No sustituyen experiencias, son experiencias iniciales, como una clase o un estudio de caso, pero con data real.

La verdadera digitalización es motivar sensaciones, extender narrativas, diversificar usuarios y ampliar contenidos, como lo que sucedía en Star Trek, la nueva generación, cuando la tripulación entraba a la holocubierta y escogía las ficciones preferidas para zambullirse en las historias como personajes y vivían realidades simuladas.

La digitalización tiene sus reglas, sus narrativas, sus rutinas y sus consumos. También sus peligros y limitaciones, que son sociales, económicas y de acceso.

Debemos debatir mucho, investigar más, comprender usos y prácticas, para definir realmente qué es la vida digital, cómo se da, en dónde, para qué, por quiénes, con qué finalidad… Digitalizar es más que poner en redes sociales un pdf o una foto; es compartir, debatir, complementar y organizar la vida presencial, gracias a los errores cometidos en lo digital.

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